martes, 6 de octubre de 2009

Convivir con la dependencia

Artículo publicado en Revista Mama Hogar - Ecuador

¿Cómo no sucumbir frente a un niño de año y medio que se convierte en nuestra sombra pidiendo, reclamando, y más aún cuando tenemos que dedicarnos a otras tareas?
Es bueno que los niños aprendan a jugar solos, a valérselas por si mismos para encontrar algo que les llame la atención y se concentren en ello….¡¡¡pero hasta qué esto se logra!!! Hay un gran camino lleno de idas y vueltas. Tengamos presente como primer slogan que en el desarrollo no hay nada que sea prolijo, lineal y perfecto. Los niños crecen, desarrollan habilidades, aptitudes, hábitos, que de pronto y porrazo desaparecen por un tiempo, o esa ansiada autonomía que lograron desaparece con el nacimiento de un hermano, alguna situación que vive la familia, etc etc.
¿Es normal la mamitis a los dos años? Escuche el otro día….y digamos que sí.
Hacia los tres años es cuando los chicos logran una autonomía importante. Aquí es cuando esperamos que puedan separarse de los padres sin mayores dificultades.
¿Y que pasa con la dependencia? ¿Desaparece? Por supuesto que no. Podemos decir que estos aspectos de dependencia hasta en los adultos están presentes, y más aún en momentos difíciles. Lo que pasa que la dependencia “madura” por así decirlo, y ya no lloraremos como un niño de dos años, pero si necesitaremos a las personas que nos aman cerca, que nos cuiden , mimen, etc etc.
A muchas madres se les hace difícil manejar esta dependencia en sus hijos, y la verdad que no es nada fácil; se trata de un sano equilibrio entre estar disponibles emocionalmente para ellos y por otro lado ayudarlos a crecer. ¿Y de que se trata esto? estar disponibles quiere decir estar atentos cuando nos necesitan, que en un primer tiempo será casi a tiempo completo para luego a medida que va creciendo ir introduciendo tiempos de espera, pequeñas frustraciones, espacios, distancias para que el niño explore por si mismo los objetos y el mundo y así adquiera sus propios logros. De esta forma va diferenciándose de su mamá y descubriéndose como un ser diferente.
Y aquí juega un papel muy importante el papá o cualquier otro adulto significativo (un abuelo, un tio); él será quien invite al niño a despegarse de las faldas de mamá para encontrar interesante el mundo de “afuera”. Él es quien introduce al niño en la ley y la sociedad.
La llamada “ansiedad por la separación” que presentan los chicos desde temprana edad es normal y evolutiva, y cada desarrollo es tan particular que debemos pensar en “ese niño” y “esa familia” para entender por qué en determinado momento se presenta con tanta intensidad.
Muchas veces es un estado mental diferente en la mamá: los niños están tan conectados que aunque no lo puedan poner en palabras se dan cuenta si su madre está preocupada por algo, está atravesando un duelo, o simplemente pensando en un nuevo bebé. Puede ser también una respuesta normal de ajuste a un cambio familiar: mudanzas, separaciones, muertes.
O quizás no tenga que ver con el medio, sino con procesos evolutivos internos que va viviendo el niño. Cerca del año y medio es muy esperable un incremento de la ansiedad por separación ya que el bebé ha logrado un gran desarrollo motor que le permite explorar el mundo y es como si tomara conciencia de esto pero a la vez todavía necesita mucho de su mamá. Entonces es típico observar su juego donde buscan, exploran y le traen un objeto a la madre, y así, van y vienen, reasegurándose emocionalmente.
En todo caso cuando aparece esta “dependencia” tan marcada tiene su razón de ser, está mostrando que el niño siente una amenaza en el vinculo con sus figuras de apego y esto debe ser sanado, nutrido para luego volver a “salir” sintiéndose más seguro. Pero recordemos que nunca es tarde: muchas veces procesos naturales que no se dieron en su debido momento tienen la oportunidad luego de ser resueltos; por eso un niño que siempre “se las arregló solo” de pronto comienza a mostrarse más demandante, y eso es muy bueno, porque está mostrando aquellas necesidades de dependencia que en su momento no aparecieron. Existe el prejuicio de que el niño se “malcría” con tanto amor, pero no hay que confundir el amor con la falta de límites. Un niño bien nutrido de “brazos” y mimos con límites claros tendrá todo las herramientas para crecer feliz.
Lo que pasa es que nadie dijo que esto es fácil. Y me gustaría que hagamos un poquito de mirada para adentro; todo esto tiene que ver con los recursos afectivos con los que como padres contemos. Y hablo de nuestra propia dependencia. Muchas veces evitada, olvidada, y otras tanto enquistada, plantada como un niño de dos años.
En la medida que reconozcamos nuestras propias necesidades de dependencia afectiva la reconoceremos y toleraremos en nuestros hijos.
Y en la medida que aprendamos a “estar solos con nosotros mismos” confiando que podemos resolver nuestros problemas, confiaremos en que nuestros hijos también lo pueden hacer.
Un niño que no recibe la confianza de que él puede tener sus propios logros tendrá problemas de autoestima y falta de autonomía. Y esto empezamos desde bebés, cuando dejamos que alcance ese objeto que quiere por sus propios medios, cuando confiamos que pueden dormir solos, o ya más grande que se vista solo, que haga un dibujito a su manera o que pueda ir a jugar a la casa de un amigo.
Vale el ejemplo más sabido y popular de la noche de nuestros hijos. Cuantas veces cabe en nuestra mente: “pobrecito, está solo, se muere de miedo”. Y pronto corremos a alzarlo y sacarlo de su cuna. La opción más saludable sería ir a verlo, tranquilizarlo con palabras y decirle que esa es su cama y el debe aprender a dormir solo.
O un niño de más edad que llora cuando nos tenemos que ir. Nunca mentirle o desaparecer, cuanto más sinceros y predecibles seamos ellos confiarán más en nosotros. Anticiparle con tiempo las despedidas, contándole a donde vamos, que aunque estemos haciendo otras cosas vamos a pensar en ellos, que los llamaremos, hacer hincapié en lo que ellos ganan: un paseo con la niñera, su tiempo en el jardincito, dejarle un programa organizado que le entusiasme.
Nadie dice que esto es fácil, mas como padres cuando estamos “en la cancha” y no tenemos a nadie que nos dé una mirada objetiva.
Es que estamos inmersos, con nuestra historia, con nuestra infancia también, nuestros miedos y todo lo que como padres deseamos de bueno para nuestros hijos.

Consejos para las “crisis de dependencia”:

-Dosis extra de paciencia. Pensar en los motivos que pueden estar interviniendo.
-Tomar conciencia de lo que nos genera el apego físico exagerado: rechazo, cansancio, ganas de querer “salir corriendo”. Cuanta más conciencia tomemos de nuestros sentimientos negativos menos los actuaremos.
-Generar espacios nuevos de juego con el padre u otros adultos significativos.
-Aunque el niño no tenga desarrollado el lenguaje hablarle mucho; contarle lo que sentimos, como lo vemos, lo que nos gustaría.
-En nuestra misma presencia contarle que “mamá está ocupada haciendo tal cosa” y que él mientras puede jugar a nuestro lado y acondicionarle los juguetes cerca.
-Estar disponibles cuando necesita contacto físico y cuando se calma incentivar otro tipo de interacción más evolucionada: generar diálogos, espacios de juego, lectura de cuentos.
-Cuando nos ausentamos podemos dejarle algo nuestro como presencia, un dibujo, una prenda, una foto, un peluche nuevo destinado a este fin. A los más grandes decirle que cuando “las agujas del reloj estén en este lugar” uno va a llamar, y no dejar de hacerlo.
-Si nos sentimos desorientados pedir ayuda a un especialista. Muchas veces solo una orientación a padres alivia los síntomas.

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